Dina Cambronero es una joven a quien haber ido a comer a Pollo Campero con su papá la vida le cambió.

Estaba a poco de graduarse del Colegio Alemán en donde había obtenido una beca y ya estaba en la búsqueda de dónde y cómo podría continuar con sus estudios universitarios. Un día fueron a comer a Pollo Campero y vio un anuncio de la Fundación Juan Bautista Gutiérrez y los requerimientos para aplicar a su programa de becas universitarias así que empezó la carrera.

Parte de la papelería que solicitaban debía entregársela el centro educativo al que ella pertenecía. El problema es que estaban de vacaciones de mediados de año y le quedaban solo dos semanas para que pudiera aplicar. Sin embargo, las vacaciones no fueron un impedimento para la institución y les ayudaron a conseguir toda la información que ella necesitaba.

Dina siempre ha sido una mujer con plan “A” y plan “B”. Pese a que había pasado por todo el proceso para hacerse acreedora de ese beneficio, ella también realizó todos los trámites para los exámenes de primer ingreso en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

“De una u otra forma yo iba a estudiar. Solo tenía que buscar y evaluar cuál era la mejor opción”.

Octubre había llegado, ya había hecho todos los exámenes en la universidad y desde hace mucho no tenía noticias de la fundación hasta que un día la llamaron para pedirle que se hiciera unas fotografías que luego debía ir a entregarlas. Llegó acompañada de su madre y le entregaron una carta.

Dina se sentía muy emocionada, abrió el sobre y ahí se encontraba la razón de por qué ella tuvo que ir a dejar esas fotos. Ella había sido la acreedora de esa beca junto a otras 4 personas de un grupo de alrededor de 400. En la misma la citaban para una fecha próxima para firmar y que se hiciera formal el compromiso y unos meses más tarde, en 2003, comenzó a estudiar ingeniería química.

Durante su carrera profesional, ésta le exigía 500 horas de prácticas supervisadas así que ella y sus otros 4 compañeros fueron a tocar las puertas de CMI.

Pastas Ina fue el primer lugar que abrió sus puertas y entrevistó a los 5 becarios. El problema fue que el perfil de todos era tan buena que no fue fácil decidirse por las dos personas que ocuparían las plazas vacantes. Finalmente y por medio de varios procesos las eligieron pero ella no fue una de ellas.

La Unidad de Negocios de Restaurantes Centroamérica, específicamente Pollo Campero le dio la oportunidad de formar parte del departamento de Gestión de Calidad, Investigación y Desarrollo donde estaba encargada de la evaluación de calidad de lotes, los cuales eran destinados a las sucursales que estaban abriendo en España e Indonesia, además de entrenar al Panel Sensorial el cual está encargado de que el sabor del pollo tradicional sea el mismo en Guatemala como en el resto del mundo.

Se desarrolló tan bien dentro del lugar que cuando su tiempo de prácticas había concluido le pidieron que comenzara a trabajar para ellos. Pese a que el pacto que tenía con la fundación especificaba que no podía trabajar mientras estuviera estudiando su carrera universitaria, estos le cedieron el permiso con la condición que debía ser solo por medio tiempo para no distraer o reducir su rendimiento académico. Sin embargo, el 2007 ya estaba por concluir y ella no solo ya había cerrado su carrera sino que también concluyó su tesis y ya tenía un trabajo propio.

Diez años más tarde, Dina continúa trabajando para la cadena de restaurantes de Pollo Campero y hace mucho más de lo que comenzó como cuando era practicante. Actualmente ella ocupa el cargo como ingeniera de alimentos en el área de Investigación y Desarrollo y ya no solo trabaja en Guatemala. Ella está a cargo de proyectos a escala global y se asegura de que los resultados exitosos de toda una historia del restaurante en el país, sean los mismos en el resto del mundo.

¿Su motivación? … la más noble posible. Dina tiene trazado en un futuro a largo plazo dejar de trabajar para una empresa tan grande como Pollo Campero y espera involucrarse con pequeños proyectos que se enfoquen en beneficiar a barrios pobres alrededor del país.

Le esperan grandes proyectos en su vida pero solo una cosa es la que más le importa en su vida… su legado.

“Tu legado no es dejar una casa o un carro, eso no lo es. El legado es esa inspiración que vas a dejar en las demás personas, incluso con las cosas pequeñas es importante dejar una parte de ti y hacerlo no por reconocimiento sino porque cambiaste con ese pequeño grano de arena a una persona o por qué no al mundo”, Dina Cambronero, beneficiada del programa de becas universitarias de la FJBG.

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